Daniel Pañol Corona
Si algo ha revelado esta pandemia con el COVID-19 es la falta de liderazgo real de quienes se asumen como superiores frente a otros gobiernos y pueblos.
Para muestra lo que pasa con la inacción de la OEA, donde lo único que se le ocurrió a su detestable Secretario General fue reelegirse en una reunión a escondida, prohibiendo la asistencia de su rival en la contienda y desoyendo incluso las recomendaciones de la propia OEA sobre la prevención del virus. De igual forma el Grupo de Lima, una para organización creada por EEUU para presionar a Venezuela fuera de la OEA, al no lograr reunir los 23 votos necesarios para aplicar la etérea Carta Democrática, ha desaparecido de los radares, como si sus miembros, algunos fotografiados en fiestas con narcotraficantes que les pagaron sus campañas electorales (Hernández en Honduras y Duque en Colombia) pareciera que se hubieran ido a sus madrigueras a esconderse.
Mientras tanto, Los Rastrojos, la banda narco paramilitar que apoya a Guaidó, aumenta su influencia en Colombia, donde gracias a sus conexiones con el régimen uribista y el visto bueno de la DEA se ha convertido en la organización de narcotráfico más grande de ese país, encargada de enviar toneladas de drogas a EEUU y Europa en avionetas y submarinos, a través del pacífico y el Caribe. Sus ensayos de utilizar el espacio aéreo venezolano o las carreteras de la hermosa y combativa Patria bolivariana han concluido en el decomiso de los cargamentos o el derribo de sus avionetas.
Desde 2011, las fuerzas armadas venezolanas han derribado más de 110 aeronaves del narco que osaron poner un poquito de sus hélices dentro del espacio aéreo, el sagrado espacio aéreo de la digna nación caribeña. Por ello los Rastrojos necesitan un presidente complaciente que les deje meter toda su droga por carretera, a a través de las Panamericana, usar los puertos y aeropuertos venezolanos tal como hacen con el Aeropuerto El Dorado, donde los únicos decomisos de drogas parecieran ser los que los mismos carteles colocan como cebos, mientras pasan el verdadero y cuantioso cargamento.
Hoy cuando la población latinoamericana necesita toda la ayuda posible sus líderes de cartón andan escondidos. Prosur, Grupo de Lima, OEA y demás, quedaron como siglas huecas. Igual que la peste negra significó un cambio profundo y significativo en el orden social de la Edad Media, esta pandemia está destinada a transformar en sus cimientos buena parte de las relaciones de poder y la manera como el liderazgo se erige en tal. La gente no olvidará que por no tomar medidas a tiempo en Brasil, Colombia, Perú, Chile o EEUU, por citar solo algunos países, mucha gente perdió la vida. Tampoco en Venezuela olvidaremos que cuando más necesitamos que nos dejaran usar nuestros recursos congelados por EEUU y sus secuaces, EEUU se negó a liberarlos y en cambio desató contra nosotros mayor saña, grupos paramilitares, amenazas, más bloqueos, más sanciones y recompensas contra nuestro liderazgo para paralizarlo y paralizar el país, buscando que la pandemia causara el daño que por obra y gracia de la acción inteligente no ha ocurrido ni ocurrirá.
Cuando América Latina venza la pandemia, esta se abrá llevado no solo la vida de gente que pudo vivir, sino también el poco reconocimiento que tenían la OEA, El Grupo de Lima, Prosur y otros. Así será, porque los pueblos del continente seremos los verdaderos gestores de la victoria ante el enemigo microscópico creado en Fort Derrick para diezmar el mundo, aunque como búmeran se devolviera a las manos de sus creadores a causarles la tragedia que quisieron causarle a otros. ¡Karma!
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